*-Gora

Elemento de poder: Figura del Ekeko andino - LA EXPRESIÓN DE UN PROFUNDO ANHELO




El Ekeko es el dios de la abundancia en la mitología de los nativos aymaras del altiplano y los Andes centrales (Bolivia, Perú, y norte de Chile y Argentina).

Su imagen se vende en los mercados de esos países y goza de gran popularidad.

La creencia dicta que la divinidad es capaz de conceder los deseos de sus seguidores, siempre que tengan una de sus figuras cerca.

Se trata de un pequeño hombre, un poco gordo – es el dios de la abundancia, así que rara vez se lo presenta delgado – portando un traje tradicional, y hasta con gorro andino (ch'ullu).

Hecha de piedra, de cerámica, hojalata, estaño, madera o incluso hasta plata, se pone en la casa, en algún lugar donde se crea la deidad podría estar cómoda, y donde se le puedan tributar ofrendas de cigarrillos, su preferidas (por eso generalmente dispone de un orificio apropiado en su boca, para poder introducirle un tabaco o puro encendido).

No es necesariamente una efigie grande.

Las hay desde un tamaño que puede caber encima de una moneda de plata.

Pero siempre el hombrecito lleva los brazos levantados a los lados, pues en ellos se le irán colgando las alasitas.

La palabra alasitas significa 'cómprame' en lengua aymara.

Estas son miniaturas de toda clase de cosas que una persona pueda desear obtener.

Así, una alasita muy común son pequeños billetes, porque la gente necesita dinero para llevar a cabo sus proyectos.

Otras más específicas son:

Si uno desea viajar, una pequeña maleta; si uno quiere comprarse un coche, un cochecito; si un campesino desea buena cosecha, un saco de granos de cereales; si una familia quiere tener siempre comida, una bolsita de arroz; si uno desea tener suerte en su negocio, pues compra la alasita de una pequeña tienda.

Es increíble la diversidad de alasitas que se venden, y el detalle con que están hechas!

Y es que la leyenda del Ekeko data ya de tiempos prehispánicos.

Hay quienes afirman que es la representación andina de un duende.

Otros cuentan que allá - en el hoy altiplano boliviano - vivía un hombre enano aymara llamado Iqiqu, que además de ser generoso y alegre, emanaba armonía, sabiduría y tranquilidad.

Pero con la llegada de los blancos, se acabó esa felicidad, ya que Iqiqu fue perseguido.

Los blancos lo apresaron y fue muerto y descuartizado (como hicieron también con el caudillo indígena Túpac Amaru II), poniendo las diferentes partes de su cuerpo en distintos lugares, para que no pudiera volver a nacer.

La leyenda toma un cariz político contemporáneo al contar que cuando se reúnan todas las partes del cuerpo del Iqiqu o Ekeko, entonces el pueblo aymara renacerá junto con él.

Por eso cada hogar vernáculo debe contar con una estatuilla representativa del mismo, sobre todo entre el 24 y el 31 de enero, periodo del solsticio de verano en el sur.

Es en esa fecha donde podemos palpar claramente el sincretismo entre la festividad cristiana - la Navidad - y la pagana, porque la fiesta del Ekeko fue unida no sólo a las celebraciones por la Virgen de la Paz, sino también a las del Año Nuevo, según el calendario gregoriano.

Así el Ekeko también es la personificación de todo lo bueno a lo que aspiran aquellos que ruegan y esperan por surgimiento del Hombre Nuevo Andino...



Con una escultura del mismo, en la Ciudad 
de Arequipa (Perú)



Con el que me traje de allí, y lo tengo en casa, 
en Montevideo (Uruguay)






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