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Lugar sagrado: Taj Mahal (Agra / Uttar Pradesh / India) - UN MONUMENTO AL AMOR




Érase una vez en la India, una historia de amor entre un emperador mogol y su amada esposa.

Durante el siglo XVII los trovadores inmortalizaron, sobre sus sitares, los amores de Shah Jahan y Mumtaz Mahal.

Una historia verdadera, exaltada y magnificada hasta transformarla en leyenda.

Este poderoso emperador cultivaba, en el secreto de su corazón, una pasión indescriptible por su divina esposa.

Con el fin de proteger el amor que se tenían, ella - Mumtaz - residía en un palacio alejado del bullicio y el caos del mundo, rodeado de hermosos jardines, llamado Shalimar.

Para reencontrarse allí, él - Shah Jahan - debería cruzar las áridas estepas bordeadas de montañas azules.

Mientras cabalgaba, a veces entrecerraba los ojos, y se la imaginaba en el lugar, preparada como una odalisca.

La veía sobre las alfombras de seda preciosa, cojines de brocado, con sus doncellas abriendo en su baño los brazos llenos de flores.

Pensaba en su pelo de oro, y como dentro de poco podría acariciar suavemente su piel y disfrutar de su perfume.

Las imágenes surgían solas.

Visualizaba su pecho, el cuello, el delicado lóbulo de su oreja, y como con sus labios la besaría todos los días, hasta el hombro.

Y trataba de ir más y más rápido para encontrarla.

Cuando sintió el estridente gorjeo de los pavos reales, supo que había llegado a la meta de su viaje, los Jardines de Shalimar.

Fue entonces cuando la vio, una diosa entre las diosas, en medio de las llamas.

Oyó el tintineo de sus pulseras.

Su sari bordada en oro crujió en su fina y suave silueta.

Finalmente, vio su rostro, tan bello que la emoción lo hizo bajar los párpados.

Ella se puso de pie delante de él, sin decir nada.

Y se tomó su tiempo en los detalles, disfrutó del largo collar de perlas del centro de su pecho, el que sabía voluptuoso.

Este amor que vivían como una fiesta perpetua se merecía un lugar en el que no existiera el tiempo.

Shah Jahan deseaba capturar para siempre el encanto de aquel instante.

Entonces la llevó hasta la orilla del lago.

Y fue cuando las  garzas volaron y el agua se quedó inmóvil, que la subió en aquel pequeño barco de piso plano.

El mundo entero parecía contener el aliento, cuando de pronto, ante sus ojos, el agua se separó y cuatro picos perforaron la superficie.

Subieron lentamente hacia el cielo dejando aparecer cuatro cúpulas de mármol blanco, encaramadas a las relucientes aguas cristalinas que rodeaban una cúpula gigantesca de mármol inmaculado.

Fachadas perforadas, como si fueran bordados en galerías de piedra, con puertas y arcadas elegantes, balaustradas con incrustaciones de piedras semipreciosas.

Otro palacio entero surgido de las aguas!!!

Un regalo especial.

Era el Taj Mahal, que se burlaría del paso del tiempo y llegaría a convertirse en una maravilla admirada por todo el mundo...







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