Un tarotista cobra por la cantidad de tiempo, y el conocimiento o capacidad interpretativa, que pueda poner a disposición de quien esté interesado en conocer la opinión del Tarot sobre las interrogantes que desee plantearle.
Es tan cierto que un gran porcentaje de esas respuestas se ajustan efectivamente a la realidad pasada, presente o futura del consultante, tanto como que un mínimo de veces no.
La respuesta al por qué de ello no la tiene nadie, por más que existan muchas teorías al respecto. La más usual es la que dice que, por definición, el Tarot sólo puede marcar tendencias.
O sea que el curso definitivo del destino de una persona nunca está dentro de lo que son los honorarios que el profesional quiera cobrar por la visión que brinda, tal como tampoco un médico, por ejemplo, por más que cobre por dar su opinión acerca del estado de salud de alguien, no puede hacerse cargo de su evolución, a no ser que también sea el encargado de llevar adelante el tratamiento o la intervención quirúrgica correspondiente, aunque ni aún así los resultados están garantizados!
Sin embargo, como se puede ver, ninguno de esos casos se asemeja al de aquellos que aseveran que se van a dar ciertos milagros en determinado tiempo, siempre y cuando haya de por medio una estipulada suma de dinero a cambio.
Esos son tan fraudulentos como podría serlo el de que alguien vaya al Casino y allí el encargado le diga que si juega todo su dinero (o lo máximo que pueda juntar) a un determinado número, es seguro que se va a ir con el premio mayor, y en caso de no darse tal conclusión, le salga con que la razón está en que no lo jugó con la suficiente fe.
La aclaración viene porque a simple vista podría parecer lo mismo, cuando en realidad - y como es evidente - no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Desde lo personal, por supuesto que siempre pagaría por una hora de lectura de Tarot, y con mucho gusto, con tal de saber como me podrían venir ‘barajadas las cartas’ de aquí a un cierto tiempo, o de obtener alguna orientación, pero hay mucha diferencia entre eso y el hecho de creer que si además le entrego a alguien una dada cantidad de dólares - cuantos más mejor! - con eso seguro consigo el favor de Dios para ganar la Lotería, curar una enfermedad, librarme de un par de demonios, y de paso encontrar el alma gemela.
En tal caso a la platita me la guardo, porque nunca podría aceptar el supuesto de que a Dios se lo pueda coimear.
Hay cosas que son muy obvias, y es por eso que para mí - más allá de las responsabilidades penales, y entendiendo que a veces la desesperación nos lleva a hacer cualquier cosa – nunca ‘tiene la culpa el chancho’, o por lo menos no mucho más ‘que quien le rasca el lomo’...
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TAROT DE MáXIMO