El Diablo, según el Cristianismo, es un ser sobrenatural maligno, adversario de Dios y tentador de los hombres.
En el Nuevo Testamento se identifica a este ser con el Satán hebreo del Libro de Job, con el Diablo del evangelio de Mateo, con la Serpiente Original del Génesis, y con el Gran Dragón del Apocalipsis, todos como un solo personaje.
Para referirse a este ser sobrenatural, la Biblia hebrea utiliza el término ‘Satán’ ('adversario') para referirse al acusador de los hombres ante Dios y aquel que incita al mal. Con esta acepción aparece, por ejemplo, en Job 1:8-12.
En el siglo III, con la redacción de la Biblia de los Setenta, los traductores griegos del Antiguo Testamento sustituyeron el hebreo 'Satán' por el griego 'Diábolos', que significa 'acusador' o 'calumniador', sustantivo que proviene del verbo diaballein (calumniar, difamar) y este a su vez de las raíces 'día' (a través) y 'ballein' (arrojar).
Ya en el Nuevo Testamento se explica el origen del Diablo como uno de los ángeles de Yahvé, que se hizo malvado.
Se infiere que es una criatura espiritual de la familia angélica de Yahvé Dios.
Según manuscritos antiguos (como la Biblia Vulgata Latina de San Jerónimo), el nombre real de este ser en Cielo era 'Lucifer', y se le cambió el nombre a Satán (adversario) por estar en contra de Dios, a causa del deseo por la adoración que todas las demás criaturas inteligentes rendían al Creador.
Sin embargo, algunas corrientes de Brujería moderna consideran que la figura del Diablo se ha tomado de la figura del dios pagano de los brujos, asimilada a Satán en los primeros siglos del cristianismo.
Pero son rigurosos al establecer que no existe ninguna relación - fuera de la etimológica - entre su Diablo - también llamado Divell - y el Diablo cristiano.
Gerald B. Gardner, el fundador de la Wicca, hace mención de este Divell convertido en Diablo en su libro Witchcraft Today (1951), como una forma mitológica del antiguo dios europeo de la naturaleza.
En el Tarot, a pesar de que el Arcano XV - 'El Diablo' - está representado por una figura que representa a esa personificación tradicional del mal(el demonio), lo cierto es que no tiene que ver con el mal en sí, ni con el Diablo real, sino con las pasiones del apego a la materialidad, y la adicción que a su placer esta produce en los sentidos, transformándose en un desafío a aprovechar, por un lado, y a superar por el otro, todo lo cual está muy lejos de esos prejuicios, temores y asignaciones múltiples que otras tradiciones le han ido asignando a lo largo de la historia.
Para las cartas, el mal no está en el deseo en sí, sino en el desequilibrio que eventualmente puede provocar regirse únicamente por éste, al impedir contactar y disfrutar de formas más sutiles y completas de felicidad, que exceden por lejos la dicha que pueda ser producida por cualquier tipo de placer carnal o material...
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TAROT DE MáXIMO
imagen: El Diablo (The Devil) del
Victorian Romantic Tarot