El pacto con el Diablo - o 'pacto fáustico' - es un referente cultural muy extendido de la civilización occidental.
En el mismo hay una presencia importante del demonio, manifestada sobre todo en la leyenda de Fausto y la figura de Mefistófeles, pero común a todo el folclore cristiano.
Según las creencias cristianas tradicionales sobre la brujería, el pacto quedaría establecido entre una persona y Satanás, o cualquier otro demonio (o demonios).
La persona ofrecería su alma a cambio de favores poderosos.
Estos favores suelen incluir la eterna juventud, el conocimiento, las riquezas, el amor o el poder.
Pero se cree que otras lo llevan a cabo sin pedir nada a cambio, sino que lo hacen sencillamente como una forma de reconocer en el Diablo a su Señor.
Aun así, y también en esto siguiendo el discurso de las religiones monoteístas occidentales, este trato resultaría muy peligroso, pues el precio de tales favores sería la condenación eterna del alma.
Además, ha sido también un argumento recurrente en las persecuciones inquisitoriales, y probablemente es algo que hunde sus raíces en la memoria de los sacrificios humanos en la Europa Antigua.
Y - de hecho - es hasta posible establecer una analogía clara entre los ritos paganos a los dioses precristianos, y lo que los cristianos consideran maléfico.
Con tal que en la Demonología de aquella época se pensaba que la persona que había hecho un pacto con el Demonio prometía a cambio sacrificarle niños, o al menos consagrárselos al nacer, y así se acusó a muchas matronas de hacerlo, debido a la gran cantidad de bebés que morían durante la Edad Media y el Renacimiento.
Por su parte, el libro Malleus maleficarum fue el compendio en el que se estableció que el acuerdo puede ser oral o escrito.
El oral se realiza mediante invocaciones, conjuros o rituales, que suelen comenzar con la expresión 'Corpus satanam, suscipiam'.
Una vez que terminada la invocación (que completa no se ha de dar aquí) el nigromante entiende que el demonio se ha hecho presente, le pide el favor que sea, y le ofrece su alma a cambio.
De esta manera, no quedarían pruebas de lo sucedido.
Claro que en los juicios por brujería siempre aparecían evidencias, como la 'marca diabólica', una supuesta señal indeleble, causada por el toque del diablo al cerrar el 'negocio'.
Esta marca (que podía ser desde una simple peca hasta una cicatriz) constituía, para aquellos jueces, la prueba suficiente de que el convenio diabólico se había producido.
En cuanto al escrito, este atraería al demonio de la misma manera, pero además incluiría un contrato firmado con la sangre del hechicero o de la víctima sacrificial, o - más comúnmente - tinta roja o sangre animal.
Por eso antiguamente los inquisidores también elaboraron sofisticados contratos falsos, con tal de poder acusar a sus víctimas, aunque después llegaron a jurar que bastaba con haber incluido el propio nombre en un cierto 'Libro Rojo de Satanás'.
Pero lo cierto - o más bien como quienes dicen haberlo hecho lo afirman - normalmente estos contratos contienen signos extraños, que se suponen las firmas de los demonios, cada uno con su propio sello.
Qué posición asume el esoterismo respecto de esta práctica ocultista?
Que se ha de tener siempre en cuenta que es irrevocable, por lo que aliarse con el Demonio es igual que vender el alma, y una vez que ese ser obtenga lo que quiere (obediencia y servidumbre) llegarán todas las desgracias, porque al final 'él' jamás deja de burlarse de los ingenuos.
Sólo un gran acto de misericordia divina podría evitar que la víctima sucumbiese ad eternum a sus influjos, tal como según la teogonía cristiana lo habría hecho la Virgen con el clérigo Teófilo (antecesor del célebre Fausto), pero seguramente ello no sea algo con lo que siempre se pueda contar...
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