Sigmund Freud - médico neurólogo austriaco que fundó el Psicoanálisis - fue sin duda uno de los más célebres influyentes en el desarrollo del pensamiento del siglo XX.
Su teoría acerca de que nuestras mentes guardan recuerdos y emociones en el subconsciente transformó la forma en la que los humanos estudiaban la mente hasta entonces.
Freud decía que a lo largo de la historia hubo tres grandes humillaciones:
- El descubrimiento de Galileo, de que no somos el centro del universo.
- El de Darwin, de que no somos la corona de la creación.
- Y el suyo, acerca de que no controlamos nuestra propia mente.
Por eso la línea de terapias actuales, que se basan en la existencia de dificultades de la infancia (o 'emociones reprimidas') para explicar los problemas emocionales de la adultez, empieza con él.
Uno de sus hallazgos más importantes fue, justamente, que las emociones enterradas en el plano subconsciente pueden subir a la superficie consciente durante los sueños, y que recordar fragmentos de aquellos puede ayudar a destapar esas emociones y recuerdos sepultados.
Así mantuvo que todos los sueños representan la realización de un anhelo por parte del sujeto soñador, incluso los de tipo pesadilla.
Y que incluso hay sueños negativos de deseos, donde lo que aparece es el frustrante incumplimiento del mismo.
Para que esto suceda existen varias explicaciones, entre las cuales está la satisfacción de una tendencia de clase masoquista.
Pero según esta misma teoría, la censura de ciertos sueños produce también una distorsión de su contenido.
Así que, lo que en principio parecería ser un conjunto de imágenes soñadas sin un sentido aparente, puede - a través del análisis y de su método descifrador - pasar a ser conjunto de ideas coherentes.
Entonces la labor de interpretar no recae sobre todo el sueño en su conjunto, sino sobre sus distintas partes componentes.
Primero se debe descomponer el relato en sectores, y recién al final del estudio de cada uno por separado surgirá la interpretación final o global, en la cual se nos revelará efectivamente como esa satisfacción ficticia de determinado apetito, o la realización ideal de alguna intención.
A la vez, Freud se preguntó por qué tiene que haber una deformación, por qué el proceso aparece disfrazado (a lo denominó 'deformación onírica'), ya que podría ocurrir que el sueño mostrase esa concreción de forma directa.
Su conclusión fue que esta deformación es intencional, y que se debe a la censura que el propio sujeto ejerce contra la libre expresión de su aspiración, seguramente por encontrarla reprobable en algún nivel.
Pero pasado un tiempo, Carl Jung - uno de sus estudiantes, y otro de los más renombrados investigadores del mismo siglo - entendió que la espiritualidad (o 'dimensión arquetípica') también tiene un importante papel en tal dinámica...
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