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Fórmula esotérica: Sacar muchas fotos - PARA BURLARSE DEL TIEMPO




Los álbumes de fotos siempre me llamaron la atención.

Quiero saber qué podemos encontrar al mirar por esas 'ventanas' que nos cuentan mucho más que vestidos de una época, zapatos y peinados.

Expondré a continuación una mirada inédita que ayude a develar 'algo' a simple vista imperceptible.

La cámara revela lo no conocido por nuestra inocente mirada, ocasiona una pausa que permite desenmarañar el 'inconsciente óptico'.

Para fraseando a Benjamín, la naturaleza que habla a la cámara, indiscutidamente, no es la misma que habla a los ojos.

Intentaré descubrir donde radica ese 'poder mágico' que posibilita que una fotografía sea un tesoro prolijamente cuidado y heredado de generación en generación, y que la convierte en uno de los patrimonios simbólicos más importantes de nuestra historia.

El corpus elegido son fotos 'antiguas' de familias porque en ellas se vislumbran especialmente los conceptos teóricos elegidos por mí para abordar el análisis.

En fotografías 'actuales', en cambio, el avance de la ciencia y de la tecnología ha ocasionado que el noema barthesiano 'esto ha sido', que supone la existencia indiscutible del referente real ante el objetivo fotográfico y sobre el cual se esgrime todo un mundo conceptual, se derrumbe.

Lejos de ser fotos espontáneas, tomadas al azar, estas fotografías poseen la particularidad de ser parte de un ritual.

Se acordaba un horario con el fotógrafo para acudir a su estudio, cada miembro de la familia se aseaba y arreglaba su aspecto físico.

El vestuario y los peinados estaban prolijamente establecidos expresando concordancia entre todos los miembros de la institución familiar.

El fotógrafo usualmente buscaba una simetría en la imagen que fuera capaz de reflejar las jerarquías familiares.

Son fotografías cerradas,  'replegadas sobre sí mismas', como argumenta Raul Beceyro.

Generalmente, los estudios poseían muebles donde los integrantes de la familia se ubicaban.

Una de las características más preponderantes que encontramos en estas fotografías es el orden: es justamente ese orden estable y regular lo que emerge junto a esa idea de familia ejemplar también 'estable' y 'regular'.

En el mundo contemporáneo ya la pose no es in dispensable a la hora de tomarse una fotografía, pero el hecho mismo de posar es intentar detener la realidad por un instante.

Ponerse en pose es respetarse y exigir respeto.

Las familias posaban ante el fotógrafo, quien ayudaba en la organización del ritual.

Pero el acontecimiento que consistía en fotografiarse por profesionales era sólo una parte del ritual ya que después de reveladas, las imágenes eran veneradas y guardadas en álbumes familiares.

También ocupaban portarretratos y cuadros vistiendo las paredes de las casas.

Las fotografías familiares eran y son en la actualidad consideradas tesoros.

Realmente hay algo de esas personas fotografiadas en esas imágenes, las fotos de personas queridas nunca se tiran; por el contrario, se guardan, se adoran.

Es justamente el carácter 'indicial' lo que hace de ellas una huella de las personas fotografiadas.

 A través de su presencia se genera un simulacro de posesión, quien las guarda, obtiene 'algo' de
aquella persona fotografiada.

Al mirar las fotos familiares no puedo negar que aquellos seres han estado ahí en el momento justo en el cual la fotografía fue tomada.

No consigo dejar de creer en su existencia.

Logro a través de una pintura negar que existe lo que ven mis ojos, pero no puedo mirar una fotografía y negar que 'la cosa haya estado allí'.

'Hay una doble posición conjunta: de realidad y de pasado'.

Estas reflexiones tomadas de Roland Barthes constituyen lo que él ha llamado el nombre del noema de la fotografía: 'Esto ha sido'.

'El haber estado allí adquiere todo su sentido en la foto de familia'.

'Ese turbador carácter ectoplasmático nos impide romper o pisotear las fotos de los seres amados, o una estampa religiosa, porque nos negamos a considerarla como lo que efectivamente son: un mero trozo de papel con manchas'.

'La fotografía con su uso privado, adquiere el valor significante de haber estado allí: el álbum de fotografías de la familia es la materialización, cargada de nostalgia, del tiempo que pasa'.

Susan Sontag argumenta que tomar un a fotografía es tener interés en las cosas como están, no es una acción pasiva, existe el deseo de alentar una determinada realidad para que continúe inmutable.

Es por esto que las fotos de familias, sobre todo en los primeros años del siglo, se constituyen en un certificado de garantía ante la posible disolución de la institución familiar.

La inseguridad inconsciente que anidaba en cada uno de los miembros de esas familias que decidían posar ante un objetivo fotográfico generada por el miedo a la destrucción de la institución básica de la sociedad, quedaba abreviada ante la imagen fraternal de una hermosa familia unida.

Cuando la familia discute y parece desintegrarse, el álbum familiar puede funcionar como el antídoto perfecto para detener riñas y traer al presente recuerdos sanadores.

Encontrarse más jóvenes o junto al tío 'tal', que vive en Madrid, o descubrir a la abuela ya ausente en su querido jardín, puede disipar cualquier conflicto y convertir a estas piezas en verdaderos instrumentos de integración y cohesión.

Entre los usos sociales otorgados a las fotografías, los que corresponden a las imágenes dormidas en álbumes familiares están destinados a mantener los vínculos íntimos unidos debido a esa fuerza centrípeta, emanada de estos índices que las transforma en reliquia organizando rituales en derredor; tanto en el momento de sacarse la fotografía como en el de observarla.

La escena toma la forma de un acontecimiento sagrado.

Dónde radica ese poder en las fotografías de familia?

'Sacarse una fotografía'.

Repito esta inocente frase y se me vienen enseguida a la mente algunas apreciaciones: el verbo utilizado no es arbitrario, alude a una semántica muy particular y es preciso no ignorarla.

Hablamos de 'sacar', de 'tomar' una fotografía, y esto significa robar algo del referente, despojarlo de rasgos que lo habitan, que se albergan en su cuerpo y entrañas.

Llevarse rastros de él y atesorarlos para siempre.

Detrás de palabras simples, de uso coloquial, también pueden esconderse vestigios que ayuden a develar la trama que tejen estas piezas amadas.

No es casualidad que el verbo elegido para nominar esta acción, signifiqué usurpar, arrancar, quitar.

Construyen la memoria, destierran el olvido, conllevan la utopía de querer romper con la muerte al conservar algo de aquello que murió, pero atestiguando finalmente que aquello murió.

Esta paradoja temporal hace al fundamento mismo de la fotografía. 

'Una fotografía es a la vez una pseudopresencia y un signo de ausencia'.

Las fotografías tienen que ver con la muerte, pero también con la vida, porque dan vida a algo muerto.

Son huellas o vestigios, como los pasos de un caminante en la arena.

El humo es indicio de fuego y las fotos son indicio de un referente real, de aquello que sí o sí se ha antepuesto ante el dispositivo fotográfico, en el momento justo en que la cámara disparó aquel flash eternizante...







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simpatías y otras fórmulas esotéricas en
TAROT DE MáXIMO
fuente:  Artículo Huellas familiares * Algunas apreciaciones para comenzar
publicado por Carolina Cansino en La Trama de la Comunicación Vol. 9,
Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación.
Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales,
Universidad Nacional de Rosario. Rosario. Argentina







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