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Simbología: El caduceo de Hermes - DE LA OPOSICIÓN A LA COMPLEMENTARIEDAD




Quien más, quien menos, todos hemos visto en alguna ocasión el caduceo, ese símbolo compuesto por un bastón vertical - coronado por unas alas - en el que dos serpientes enroscadas se miran frente a frente.

Bastón que no hay que confundir con la vara de Asclepio-Esculapio, en la que sólo se encuentra una serpiente, y tiene unas resonancias simbólicas que poco tienen que ver con el caduceo.

Cuenta Ovidio que el dios Mercurio-Hermes encontró a dos serpientes peleando entre sí en el monte Citerón, y se propuso separarlas con su vara.

Cuando la interpuso entre ellas, ambas se enlazaron al bastón y se situaron frente a frente, en una imagen simétrica, sin atacarse ni hacerse más daño.

La ascensión vertical, la elevación, había puesto fin al enfrentamiento que se daba en el plano horizontal, a ras de suelo, más básico y mundano.

Y así se supone que surgió el caduceo.

Tres elementos componen la figura: el bastón, las alas que lo coronan y las dos serpientes enroscadas.

Aproximémonos primero a cada uno de esos componentes por separado, para después integrarlos en una visión de conjunto que nos ofrezca una percepción armónica y holística de su significado.

El bastón, palo o vara se asocia a un arma mágica, al utensilio que ayuda al peregrino a recorrer su camino, al báculo de mando que ostenta quien está dotado de Autoridad, y al axis mundi que comunica el centro de la tierra con el centro del cielo.

El golpe del bastón sobre el suelo se asemeja al rayo que ilumina la noche, y que - con el estruendoso trueno - nos despierta y asusta, haciéndonos tomar consciencia de nuestra insignificancia en relación con la fuerza y poder que procede de lo alto.

El bastón nos ayuda a superar nuestro limitado nivel de existencia animándonos a mirar hacia lo alto, ayudándonos a recuperar la verticalidad que nos hace propiamente humanos, incitándonos a elevar la mirada hacia aquello que está más allá de nuestro horizonte ordinario, invitándonos a ascender por la cuerda de la plomada, que une el corazón de lo que es arriba con el alma de lo que es abajo.

Este simbolismo del bastón se ve confirmado - e incrementado en intensidad - por las alas que coronan la vara, y que sugieren el vuelo, la elevación espiritual a mundos que están más allá del terrestre, el acceso a la Trascendencia, a lo sublime, a lo divino.

Las dos serpientes enfrentadas pacíficamente, por su parte, nos llevan a reflexionar sobre la dualidad propia de todo lo creado, sobre la dinámica del cambio constante a que se refiere el I-Ching o Libro de las Mutaciones.

Pero también nos plantea la posibilidad de superar ese aparente enfrentamiento logrando así la coincidentia oppositorum que Nicolás de Cusa identifica con Dios.

Pocos símbolos hay más ambivalentes que el de la serpiente, que tanto puede encarnar a Satán como a Kundalini, Ananta o al dios Quetzalcoatl.

Que tanto nos remite a nuestros más inconscientes y bajos instintos, como a la sabiduría perenne que permanece pese el cambio de piel propio de los signos de los tiempos.

Que tanto mata con su mordedura, como nos salva con su contemplación, una vez se ha vuelto de bronce y ha sido elevada por el profeta (Números 21, 6-9).

Dualismos y oposiciones aparentes que el simbolismo del caduceo nos invita a superar.

Las serpientes que encontró Mercurio en el monte Citerón estaban enfrentadas entre sí porque luchaban a ras de tierra.

Sin embargo, esa oposición se transformó en simetría y complementariedad cuando su polaridad fue superada por un tercer elemento integrador - el bastón - que posibilitó su ascenso y elevación, el desarrollo de su naturaleza hacia más altas cumbres.

El terciario y su poder armónico implica siempre un cambio de nivel, un punto medio que se encuentra en lo alto y hace crecer los dos puntos 'opuestos' de partida.

Tal vez por ello su símbolo sea el triángulo, que tiene dos puntos extremos y opuestos en la base y un punto de unión y elevación en la altura.

Si aunamos los tres elementos que componen el caduceo, podemos concluir que se trata de un símbolo que nos encamina a la superación de los opuestos por la vía de la síntesis superior, de la
a-dualidad, del cambio de perspectiva.

Asimismo, a través de una contemplación atenta comenzaremos a observar una serie de correspondencias que pondrán en marcha las energías propias del símbolo.

Simplemente, para que estas comiencen a operar, citaré algunas de ellas para que tú mismo puedas profundizar en cualquiera de estos senderos, recorriendo tu propio camino:

El budismo tántrico, tan amigo de observar el simbolismo propio del cuerpo humano, nos hace descubrir - como también lo hace el yoga - el caduceo en nosotros mismos:

La columna vertebral es el bastón en cuya base duerme Kundalini, la serpiente que - si es despertada - ascenderá y descenderá por los chakra a través de un doble canal.

Los dos nadis: Ida y Pingala, cuya oposición es superada por Sushumna y que, como el bastón alado, lleva a kundalini a trascender nuestra individualidad, y - a través de la coronilla - a acceder al Absoluto, en un dar y recibir sin fin las gracias y energías que proceden de lo alto, y que a lo alto retornan a través de nosotros.

También la cábala tiene mucho que decir sobre el caduceo, pues este se relaciona directamente con el árbol sefirótico y sus tres columnas constitutivas: Rigor, Misericordia y Justicia.

Dos opuestos aparentes (Rigor y Justicia) que se encuentran aunados y trascendidos por el pilar central del árbol (Justicia).

Pilar coronado por Kether, la corona, la puerta al Absoluto que se corresponde - en el plano físico - con la coronilla, cuya apertura nos convierte en una copa capaz de recibir las gracias e inspiraciones que proceden de lo alto, así como de integrar y degustar las distintas sefiroth que componen el Árbol de la Vida, el cosmograma de un Dios que se manifiesta en nosotros y en todo lo creado.

Podríamos seguir mostrando las equivalencias que se encuentran en el taoísmo, en las artes marciales internas, en el psicoanálisis y en los distintos yogas.

De todo ello nos habla el caduceo si sabemos escucharle:

Existe una unidad más allá de 'maya', de este mundo de apariencias y ensueños que se pierde entre enfrentamientos y conflictos.

Esa unidad procede del Uno, de la Fuente de todo lo que es.

Si nos religamos con Él, si ascendemos por el bastón mágico que conduce a las alturas, percibiremos que existe un orden en el caos, y que la confrontación de los opuestos no es más que el dínamo que mantiene en movimiento una creación que, en su esencia, permanece inalterable, porque jamás deja de manifestar a su Autor.

Los contrarios dan fruto si se logra su armonización, recuerda que no pueden darse sinergias entre los iguales.

Los polos opuestos posibilitan el movimiento.

Si logramos alcanzar esa visión, escaparemos a la fragmentación de la existencia y de nosotros mismos, obteniendo una integración espiritual y sanadora, capaz de fecundar nuestra vida y la de quienes nos rodean con el germen de la comprensión, la paz y el amor.

No nos perdamos en burdas oposiciones, hagamos el esfuerzo de trepar por la vara, por la plomada, y convirtámonos en ese canal de conexión con el Absoluto, en el que se dirimen todas las confrontaciones en un abrazo sin fin.

Escuchemos los susurros del caduceo, hagámonos uno con el símbolo, dejémonos fecundar por él.

Sólo así daremos fruto en abundancia.

Y seremos felices...




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simbología asociada  en
TAROT DE MáXIMO
fuente: artículo El simbolismo metafísico del caduceo,
o sobre la integración de los contrarios, publicado por
Joaquín Muñoz Traver en Meditaciones
del día (meditacionesdeldia.com)
imagen:1 Hermes (The Burning Serpent Oracle)





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