A veces percibimos tan poco que casi olvidamos la distinción entre pensamiento y percepción; hasta el punto que tomamos lo que pensamos como lo percibido y - proyectando los pensamientos sobre la realidad exterior - llegamos a sustituir la realidad por lo que pensamos, en un proceso continuo en que la realidad se encuentra bien lejos.
Por tanto, si no vemos a la gente, ni a las cosas, ni a las situaciones en que nos encontramos, y en lugar de ello vemos - o creemos ver - lo que nuestro pensamiento nos está dictando (y que proyectamos continuamente hacia el exterior), entonces la suspensión del pensamiento se revela como lo que verdaderamente es: la puerta abierta de la percepción.
Resulta evidente que un ser humano que percibe lo que verdaderamente está allí, estará en mejores condiciones para manejar intencionalmente su realidad, que aquel que sin darse cuenta sustituye lo que ocurre o lo que está allí, por lo que piensa.
Uno de los requisitos para que el diálogo interno se mantenga es el que tengamos nuestra atención enfocándole, que es lo que el hombre común hace la mayor parte del tiempo: enfocarse en su diálogo interno.
Como la voz del diálogo interno es la voz del ego, podemos decir que se trata de la obsesiva tendencia del ego a autoenfocarse.
Por lo anterior, cualquier práctica que desvíe nuestra atención de la palabrería interna, tiende a suspender dicho diálogo, siempre que se sostenga por un plazo suficiente.
Esto es, si no le prestan atención, la mente se calla.
En realidad casi todos los ejercicios de parar el diálogo tienen el redireccionamiento de la atención como elemento clave.
Con base en lo anterior, podemos generar nuestros propios ejercicios.
El siguiente es tan sólo uno de los posibles ejemplos.
La caminata silenciosa - o 'de sombra' - consiste en un andar de atención que suele ser muy lento, y cuyo elemento central es el tratar de desplazarnos como una sombra, en absoluto silencio, reduciendo los ruidos que producimos al caminar, hasta llegar casi a cero.
Que no se escuchen nuestros pasos, y si es posible ni nuestra respiración.
Que no los escuchemos ni nosotros mismos!
Tan silenciosos y ligeros como una sombra que poasa o brisa que se desplaza.
Lo que guía nuestro desplazamiento es el oído.
Nos concentramos hasta tal punto en nuestros sonidos - para evitarlos - que los oídos se convierten en lo central de nuestra percepción, y ya veremos como todo a nuestro alrededor cobra otro sentido.
Huelga decir que en esta forma de caminar evitaremos pisar lo que haga ruido, preferiremos levantar la pierna antes que empujar una rama, rodear las cosas en vez de doblarlas o pisarlas, y buscar siempre el lugar más silencioso para nuestras pisadas...
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chamanismo práctico (para ampliar
percepción extrasensorial) en
TAROT DE MáXIMO
fuente: Las enseñanzas de don Carlos
(Víctor Sánchez)