La Iglesia oficial defiende desde el siglo XV que el castigo del infierno destinado a los pecadores es 'eterno', idea iniciada en el siglo VI con San Agustín.
El Papa Francisco acaba de revisar dicha doctrina católica al afirmar que la Iglesia 'no condena para siempre'.
Sin necesidad de grandes encíclicas, con sus charlas habituales, Francisco está llevando a cabo una revisión de la Iglesia para acercarla a sus raíces históricas.
A este respecto, en febrero del 2015, aprovechó su discurso a los nuevos cardenales, para recordarles que el castigo del infierno con el que la Iglesia ha atormentado a los fieles, no es 'eterno'.
Según Francisco, en el DNA de la Iglesia de Cristo, no existe un castigo para siempre, sin retorno, inapelable.
Se inspira en aquel cristianismo antes que la teología liberal del profeta Jesús de Nazaret fuera contaminada por la severa teología aristotélica y racional.
Es un fiel seguidor de la teología que era, afirma él, no la de la 'exclusión' sino la de la 'acogida' de todos, incluso de los mayores pecadores.
Así está exigiendo a los suyos, empezando por los cardenales, el ir al encuentro de los que el mundo olvida y margina, en vez de perder su tiempo en los palacios del poder.
Sabe que esa doctrina teológica sobre la eternidad e irreversibilidad de las penas del infierno, fue sufriendo cambios a lo largo de la Historia de la Iglesia.
Hasta el siglo III la Iglesia nunca defendió la doctrina de la eternidad del infierno.
Al revés, el exegeta de las Escrituras, Orígenes, defendió la doctrina de la apocatástasis, según la cual el Dios de los Evangelios perdona siempre.
Orígenes se fundaba en la parábola del Hijo pródigo, que vuelve a los brazos del padre y es recibido con tanta fiesta que provoca la envidia del hermano bueno y fiel.
Sólo en el siglo VI empieza a aparecer el concepto de 'condena eterna', sobretodo con San Agustín, el mismo que defendía que los niños muertos sin bautismo tenían que ir al infierno.
Y fue en el Concilio de Florencia en el siglo XV que se rubricó definitivamente la doctrina de San Agustín de un castigo y un infierno eterno.
Sin embargo, ya en el siglo V, San Jerónimo estaba convencido de que no era conciliable la doctrina del infierno con la misericordia de Dios.
Así y todo, se pedía a sacerdotes y obispos que siguiesen defendiendo la doctrina tradicional, 'para que los fieles, por temor al castigo del infierno eterno, no pecasen'.
Ante las protestas de las madres de esos niños, la Iglesia creó la doctrina del Limbo, un lugar donde esos niños 'ni gozan ni sufren', algo completamente ajeno a los Evangelios.
En nuestros días, el fallecido papa polaco, Juan Pablo II, en el Catecismo de la Iglesia Universal nacido de las discusiones del Concilio Vaticano II, abolió este Limbo.
Según comentaron amigos personales del papa, Wojtyla nunca había aceptado que una hermana suya nacida muerta y que no pudo ser bautizada, pudiera no estar en el cielo por haber muerto antes de ser liberada con el bautismo del pecado original.
Los integrantes de la familia del futuro papa eran tan católicos y fieles a aquella doctrina, que ni siquiera enterraron el cuerpo de la pequeña, por no haber podido recibir el bautismo.
Lo confirmó él mismo cuando al hablar de la tumba en la que había querido recoger los restos de toda su familia, puntualizó que había faltado sólo su hermanita, 'porque había nacido muerta'.
La habían echado a la basura.
Hoy, el papa Francisco, ha dado un salto de siglos, se ha colocado al lado de las primeras comunidades cristianas aún empapadas de la doctrina del misericordioso profeta de Nazaret, que había venido 'a salvar y no a condenar'.
Los primeros cristianos sabían que Jesús había sido duro y severo con la hipocresía y con el poder tirano, mientras abrazaba a los marginados por la 'sociedad bien', y a los que la Iglesia oficial de su tiempo tachaba de pecadores.
Pueden parecer minucias teológicas para los no creyentes, pero son muy importantes para millones de cristianos que durante siglos han sufrido oprimidos por la doctrina de un Dios tirano, sediento de castigo y de castigo eterno.
El cambio es copernicano.
Hoy es un papa como Francisco el que afirma con total naturalidad que el Dios cristiano 'no condena a nadie para siempre', que es como decir que no existen infiernos eternos, una afirmación que hasta hace poco podría haber servido para abrir un proceso contra un teólogo y condenarlo al ostracismo...
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TAROT DE MáXIMO
fuente: artículo El Papa Francisco revisa la teología del infierno,
publicado por Juan Arias en El País (elpais.com)
imagen: cartoon a20736 (newyorker.com)