Las montañas Bayan Kara-Ula están en una de las áreas más aisladas de la Tierra, en la provincia de Sichuan, sobre la frontera entre China y el antiguo Tíbet.
La ciudad más cercana a ellas es Lhasa (en el Tíbet), a una distancia de 640 kilómetros al sur, por terreno infranqueable.
Aun así la zona está habitada por dos tribus.
Son personas muy distintas a la gente de los pueblos de alrededor: Los Dropa y los Han.
Simplemente no encajan en ninguna categoría racial establecida por los antropólogos.
En primer lugar, son de pequeña estatura.
La altura media de un adulto es 1 metro y 25 centímetros, de piel intensamente amarilla, con unas cabezas desproporcionadamente grandes, y casi calvos.
Pero lo más impresionante son sus ojos, grandes y azulados, y no de aspecto oriental.
O sea que presentan rasgos prácticamente caucásicos, pero sus cuerpos son sumamente delgados y delicados.
El peso medio de un adulto es aproximadamente de 50 kilogramos.
En 1938, Chi Pu Tei, profesor de arqueología de la Universidad de Beijing, conducía a algunos de sus estudiantes en una expedición a inspeccionar la serie de cuevas que se suponían entrelazadas bajo esas montañas.
Según se adentraban, se dieron cuenta de que, más que cuevas, se trataba de un sistema complejo de túneles artificiales y despensas.
Las paredes eran cuadradas y cristalizadas, como si el corte en la montaña hubiera sido realizado con una fuente de calor muy extremo.
Dentro de las cavernas hallaron lugares de entierro, y en ellos unos extraños esqueletos.
Estos eran pequeños y delgados, con cráneos muy desarrollados.
Al principio pensaban que las galerías habrían sido el hogar de una especie hasta ahora desconocida de primate.
Pero esta ocurrencia se debía desechar al encontrar dichos esqueletos.
El mismo profesor Chi Pu Tei dijo: 'Quien conoce algún primate que entierre a otro?'
Asimismo, los demás descubrimientos excluyeron definitivamente la idea que estos restos eran de monos.
Sobre las paredes había pictogramas tallados del cielo: El Sol, la Luna, las estrellas, y la Tierra con las líneas de puntos que los conectan.
Pero aún faltaba el hallazgo más fantástico de todos.
Semienterrado, debido a la suciedad de la cueva, había un disco de piedra, obviamente realizado por la mano de una criatura inteligente.
Tenía 22.7 cm del diámetro y 2 cm de grosor, con un agujero en el centro, perfectamente circular, de 2 centímetros de diámetro, y del que surgía un surco fino en espiral hacia el exterior, con caracteres esculpidos.
El extraño artefacto fue datado luego entre 10.000 y 12.000 años de antigüedad, mucho más antiguo que las grandes pirámides de Egipto.
Pero no fue el único, en total encontraron 716 de los mismos!
Y cada uno con símbolos diferentes, que nadie pudo descifrar, por lo que desde ese día fueron guardados, junto con el resto de los hallazgos de la expedición, en la Universidad de Beijing.
Pasaron 24 años hasta que en 1962 otro investigador, el profesor Tsum Um Nui, al enterarse de su historia se propuso decodificarlos.
Él y sus colegas intuyeron que los surcos espirales no eran simples dibujos, sino más bien una escritura increíblemente antigua grabada de algún modo desconocido, y de un tamaño casi microscópico.
Finalmente, probando, intercambiando dibujos por palabras y frases, llegó a descifrar parte del código o escritura.
Pasó a papel la transcripción, así como sus conclusiones, y lo presentó en la universidad para su posterior publicación, la cual lo prohibió tajantemente.
La Academia de Pre-Historia de Pekín nunca le permitió publicar o hablar de su hallazgo otra vez.
Pero inesperadamente, en 1965, un artículo escrito por el filólogo ruso Vyacheslav Saizev apareció en la revista alemana Das Vegetarische Universum, y en la revista anglo-rusa Sputnik, contando la historia de aquellos anillos, su composición, y un extracto sobre lo que había sido descubierto por el profesor Tsum Um Nui.
Hacía miles de años, una nave espacial procedente de un planeta lejano había tenido que realizar un aterrizaje forzoso en las montañas de Baian Kara-Ula.
Los tripulantes de la nave espacial, que se presentaron a sí mismos como pueblo Dropa, buscaron refugio en sus cuevas, pero a pesar de que sus intenciones eran pacíficas, no fueron comprendidos por los miembros de la tribu Han, que ocupaban los corredores vecinos, y que quizá por ser enanos y amarillos se asustaron y los tomaron por un grupo de enemigos que querían apoderarse de su territorio, persiguiéndolos y matando a unos cuantos de ellos.
Cuando finalmente lograron entender el lenguaje por señas de los recién llegados, los admitieron allí, al estar seguros de que sus intenciones no eran dañinas.
Pero los discos también cuentan que los dropa fueron incapaces de reparar su nave espacial, y que ante la imposibilidad de volver a su planeta de origen, decidieron entonces quedarse a vivir en este, cruzándose con los nativos, y dejando sobre el mismo varias generaciones de descendientes...
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TAROT DE MáXIMO
imagen: Anton Jankovoy