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Otra creencia: El Islamismo y Judaismo - TAN DISTINTOS DEL CRISTIANISMO?




El mundo del antiguo Oriente Medio, en particular las regiones de Egipto y las tierras al este del mar Mediterráneo (Asiria y Media),  era, predominantemente,  un mundo politeísta en la época del siglo 7 a.C.

La gente de aquellas tierras adoraba a diferentes tipos de deidades.

Algunos fueron vinculados con el bienestar de los pueblos y ciudades, como Marduk en Babilonia o Ra de Heliópolis en Egipto.

Otros Dioses eran los responsables del sustento y el bienestar del hombre en tiempos de guerra y agitación, como Baal para los Cananeos e Ishtar para los Sumerios y Asirios.

Entre este diverso conglomerado de culturas y creencias politeístas surgió una única gran tradición que mas tarde iba a fusionar las bases de las tres grandes religiones del mundo: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Estas tres religiones pueden ser vinculadas a una tradición religiosa común que se remonta a tiempos del Profeta patriarcal Abraham.

Esta tradición religiosa subyacente, forma la sólida base sobre la que se han construido las tres religiones en el transcurso de la historia y de la que cada una ha desarrollado diferentes creencias e ideales que los diferencian de los demás.

Para empezar, la diferencia fundamental que distingue la tradición religiosa de estas tres religiones era el concepto unificador del monoteísmo.

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«Cree en un único,  Todopoderoso Dios que es el Creador único, Sustentador y Soberano del universo»
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Si bien no está muy claro cuando surgió por primera vez esta doctrina, los historiadores suelen coincidir en que el concepto del monoteísmo apareció por primera vez entre un pueblo nómada tribal conocidos como los Hebreos.

En esencia, la tradición religiosa común que comparten el Islam, el Cristianismo y el Judaísmo se remonta a esos pueblos.

Abraham trajo consigo la idea de una creencia monoteísta, una idea que más tarde demostró perdurar durante mucho tiempo en la zona.

La creencia monoteísta hizo hincapié en las exigencias morales y las responsabilidades del individuo y de la comunidad hacia la adoración de un único Dios, quien era el regidor de todo.

Además, la creencia en un sólo Dios acentuó la idea de que Dios tenía un plan divino para la historia de la humanidad, y que las acciones y los ideales de Su pueblo elegido estaban indisolublemente unidos a este plan divino.

Los seguidores de Abraham transmitieron esta tradición generación tras generación, fortaleciendo y uniendo a las personas de Palestina con la creencia en Dios y la alianza hecha con Su pueblo elegido.

Fue en el siglo 13 a.C. cuando Moisés demostró ser una gran fuerza unificadora que iba a forjar, literalmente, la nación de Israel.

Y fue durante la época de Moisés en la que el concepto de la alianza fue reiterado y restablecido entre los descendientes de Abraham.

La importancia de esta alianza puede ser reconocida desde un análisis pormenorizado de las escrituras de las tres religiones.

Otra importante similitud entre las tres religiones es su relativa cercanía en términos de proximidad geográfica.

No es una coincidencia que las tres grandes religiones monoteístas del mundo tengan una patria ancestral común: el hecho de que Abraham era el padre de la fe para las tres religiones también significaría que el lugar donde vivió y guió a su pueblo sería el lugar donde nacerían las tres religiones.

Oriente Medio, comprendiendo la zona de Palestina, la península del Sinaí, la península Arábiga (especialmente la mitad norte) y las áreas de la actual Turquía y Grecia constituyen, en esencia, la cuna de las tres confesiones.

El propósito de Dios, de acuerdo con las creencias monoteístas, era elevar al hombre en rango y altitud en términos de conducta espiritual y excelencia moral.

Esto sólo podía hacerse si el individuo o la sociedad en general reconocían el hecho de que fueron creados con un propósito divino y de acuerdo a un plan preestablecido.

Se esperaba que los creyentes siguieran las enseñanzas otorgadas a ellos a través de sus respectivas escrituras y reconocieran a personas como Abraham, Moisés y otros.

Pero, mientras el Islam y el Cristianismo creen también en Jesucristo como Profeta y reformador, la fe Judía no lo hace.

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Ambas consideran el personaje de Jesucristo la extensión de esta tradición pero los obstáculos entre la religión musulmana y la religión católica son numerosos.
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Ya se trate de la persona de Jesús, del dogma de la Trinidad, del concepto de Revelación, de la libertad religiosa, de la oración, de la salvación, de la condición de la mujer, etc., en la raíz de todas estas divergencias hay una relación distinta respecto a nuestras correspondientes «Escrituras».

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Corán y Biblia
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Para el creyente musulmán el Corán es la Revelación. Los musulmanes devotos lo consideran como un «dictado sobrenatural anotado por el profeta inspirado», escribía el orientalista Louis Massignon a comienzos del siglo pasado.

Además, el Corán es la revelación última que resume todos los Libros anteriores, en particular el de Moisés (la Torá) y el de Jesús (el Evangelio).

El Corán es también el Libro. De alguna manera, es Dios hecho libro. En el cristianismo, la Biblia no está considerada la Revelación; en cambio, los libros que forman esta Biblia se dice que han sido inspirados, en el sentido que permiten conocer a quien, en el cristianismo, es la Revelación, Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre.

El concepto de revelación no tiene, por consiguiente, el mismo significado en el islam y en el cristianismo.

Por un lado, la Revelación es un libro, el Corán; por el otro, la Revelación es una persona, Jesucristo.

De aquí nacen terribles confusiones!

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Mahoma y Jesús
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Uno de los malentendidos más dolorosos concierne precisamente a la persona de Jesús. Musulmanes y cristianos lo reivindican.

Pero, podemos afirmar que se trata de la misma persona?

En el islam, Jesús (Aïssa) es uno de los numerosos profetas musulmanes enviados por Dios para recordar el pacto primordial entre Dios y su creación.

Siguiendo el ejemplo de otros profetas musulmanes de tiempos pasados (Adán, Abrahán, Noé, Moisés, etc.), Jesús (Aïssa) es también un gran profeta musulmán, justo por debajo de Mahoma.

Como este, Jesús es un profeta-enviado: trae consigo un libro, el Evangelio (al-Indjîl), con el que los cristianos se identifican, pero que han falsificado; esta terrible acusación hace que, para conocer la auténtica figura de Jesús, se tenga que recurrir al Corán, la única revelación creíble.

Al final, el malentendido se duplica porque el Corán es, para todo musulmán, la última Escritura entregada a Mahoma, sello de toda profecía.

Ahora bien, es imposible para los cristianos reconocer a Mahoma como profeta, ni siquiera como ejemplo de fidelidad total a Dios.

A lo sumo pueden verle como un personaje de los primeros años del Antiguo Testamento, antes que la palabra de Dios reglamentara las costumbres.

Respecto a este punto, la distancia entre cristianos y musulmanes es inmensa.

En lo que atañe a Jesús éste es, entre cristianos y musulmanes, un vínculo muy fuerte y, también, «la manzana de la discordia», escribe el pensador musulmán Mohammed Talbi, que dice: «El islam lo reivindica y lo glorifica.

Pero, por este motivo, corolario inevitable, Jesús es también el punto focal de las divergencias que oponen a cristianos y musulmanes.

Honestamente, tenemos que reconocer que nuestras divergencias son insuperables».

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Monoteísmo y Trinidad
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De esta relación radicalmente (en el sentido de «raíz») distinta a sus respectivas Escrituras deriva, entre cristianos y musulmanes, el malentendido concerniente al dogma cristiano de la Trinidad.

No nos detengamos en las polémicas, muy presentes en el Corán, en relación a la «tríada» cristiana (un dios «padre», un dios «hijo» y María) (Corán 5, 116).

Es obligatorio constatar que éste es el mayor obstáculo.

Los musulmanes creen ser, de hecho, los únicos monoteístas auténticos.

Puesto que el Corazón prohíbe formalmente «asociar» otros dioses a Dios, los cristianos son tachados, con toda buena fe, de politeístas.

Y el politeísmo es, en el islam, el único pecado imperdonable!

En estas condiciones, es difícil presentar a los creyentes musulmanes el movimiento de amor trinitario de Dios-Padre que me invita a seguir a su único Hijo Jesús, que «nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado», para que viva a partir de ahora de su Espíritu.

Es un escándalo para los musulmanes, que rechazan la muerte de Jesús en el nombre mismo del respeto que sienten por su persona.

El Corán afirma que los judíos no han matado a Jesús: «Aunque así lo creyeron, no lo mataron ni crucificaron» (4, 157).

La encarnación de Dios en Jesucristo es totalmente absurda para un creyente musulmán.

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Fe y razón en las dos religiones
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La polémica suscitada por el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona ha puesto de actualidad esta delicada cuestión.

En el islam, el problema es saber si la fe a la que llama el Corán está en línea con la razón humana (y es, en este sentido, «racional») o si, aunque llama a un uso sabio de la razón humana, rebasa la pura razón y exige el sentido del misterio divino.

Ciertamente, el Corán llama a los musulmanes a reflexionar, a utilizar su razón para meditar los «signos» que Dios ha dado.

Creer significa utilizar de una manera sana la razón; la fe, entonces, es «razonable».

Pero la fe no es el resultado de una evidencia de orden racional, de un razonamiento restrictivo.

Al Corán le horrorizan las discusiones en las que cada parte quiere demostrar que tiene razón, por lo que no hay que pedir querer ver el objeto de la fe –Dios–, que fue el pecado de Moisés (7, 142-143) porque Dios es invisible (6, 143).

Por último, según el Corán, «creerán sólo los que ya creen» (es decir, los que están dispuestos a creer) (11, 36).

En el cristianismo, el lugar de la razón se sitúa en la puesta en marcha de la expresión «creer para comprender y comprender para creer» de San Anselmo.

Con ese fin, la razón se pone al servicio de la fe. A fin de cuentas, en la experiencia cristiana, no estoy invitado de manera análoga a buscar a Dios («desde la aurora», añade el Salmo 62)?

Y, si le busco, utilizando también mi inteligencia, es con la esperanza de encontrarle; pero en cuanto lo he encontrado, a este Señor de mi fe, no puedo dejar de buscarlo una y otra vez!

La búsqueda de San Agustín: «Nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti» no es lo primero en el islam; en cambio, es sin duda el ámbito en el que el cristiano está más cercano a los místicos musulmanes.

Pero estos, los sufíes, son sospechosos de «desviación» (bida’a) por el islam ortodoxo.

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La oración
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En el sentido técnico de la palabra, la «oración» es, en el islam, uno de los cinco pilares de la religión.

Todo creyente, hombre o mujer, debe realizarla cinco veces al día, siguiendo gestos e invocaciones concretas; el viernes esta oración se hace en común en la mezquita.

Los musulmanes realizan estos ritos inmutables con seriedad, expresión de la fe subyacente.

En el cristianismo, la palabra «oración» puede evocar, ciertamente, ritos religiosos concretos, como los prescritos en la celebración de la Eucaristía, o en algunas prácticas religiosas de devoción, como el rosario, las peregrinaciones, etc.

Pero la oración, en el cristianismo, no es ante todo esa relación personal (o comunitaria), corazón a corazón, con la que se da las gracias al autor de todo don, con la que se habla como un amigo habla a un amigo, según San Ignacio de Loyola, confiándole todos tus asuntos y pidiéndole consejos (Ejercicios espirituales, n. 53) ?

De nuevo, las mismas palabras no expresan la misma realidad.

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La situación de la mujer en el islam
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Este es un tema especialmente delicado que impide cualquier tipo de generalización.

Los rasgos del derecho musulmán clásico, que se apoyan en una lectura literal del Corán, reservan a la mujer una situación de eterna sumisión: pasa de la tutela del padre a la del marido, al que están totalmente sometidos sus «derechos».

En cualquier caso, la situación de la mujer es muy distinta dependiendo del país musulmán.

El código argelino de la familia, votado en 1984, autoriza la poligamia, la repudiación y deja en la estacada a centenares de mujeres.

Pero, en este mismo Maghreb musulmán, la mujer tunecina tiene una situación jurídica mucho más liberal.

En Francia, muchas musulmanas viven felizmente su condición de mujeres, a pesar de que algunas familias siguen enviando al «país de origen» a sus hijas para que se casen allí, por la fuerza…

Y en lo que atañe a los países bajo dominación islámica, ¡la situación es a veces terrible para las mujeres!

Los obstáculos entre nuestras dos religiones son dolorosos.

Utilizamos los mismos términos en la comparación de dos estructuras religiosas diferentes: Dios, los profetas, la Revelación, la religión, etc.

«El contenido de la experiencia que estos términos abrigan es radicalmente diferente, aún no han tenido una experiencia común», escribía Pierre Claverie, obispo de Orán asesinado en 1996.

Decía también: «El diálogo no consiste en intercambiar información, sino en plantear al otro, y plantearse a sí mismo, preguntas radicales»: es un trabajo interminable, de profundo respeto mutuo.

Con mayor razón el cristiano está invitado, primero, a vivir un diálogo diario, «compartiendo el pan y el sal» con su vecino, creyente como él en Dios, pero de manera diferente.

Tenemos tanto experiencias de Dios que compartir!

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Qué decir del Judaismo?
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El Judaísmo, la religión más antigua de las monoteístas, cree en un solo Dios y niega las otras dos religiones monoteístas mayoritarias, cree en los prodigios de Dios, y para ser Judío tienes que hacer cursos y tener descendencia judía.

Su libro sagrado es la Torá.

Probablemente desciende de la herejía de Akhenatón (Amenofis IV) y sus seguidores.

Y como se dijo, el Islam y el Cristianismo se desvinculan del  Judaísmo cuando reconocen la santidad y la honradez de Jesucristo.

Las tres comparten la creencia en Moisés, pero sólo dos comparten la creencia en la veracidad de Cristo.

Las similitudes entre el Cristianismo y el Islam concluyen, asimismo, cuando el Islam se desvincula de los paralelismos y reconoce al Santo Profeta del Islam como un verdadero Profeta de Dios que vino después de Jesucristo para traer la Ley final de Dios para la guía de toda la humanidad.

Tanto el Judaísmo como el Cristianismo rechazan esta afirmación.

Por consiguiente, las religiones se separaron y sus similitudes terminan cuando empiezan a diferir con respecto a Jesucristo y Muhammad (la paz sea con ellos).

Sólo el Islam reconoce la elección divina y el profetazgo de los tres personajes, mientras que las otras dos no.

Sin embargo, una adecuada comprensión del origen de la creencia monoteísta permite a uno entender con claridad en qué medida el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam pueden considerarse como parte de la misma tradición religiosa y espiritual.

Una tradición que se remonta a la época de Abraham, un simple nómada que guió a su rebaño de seguidores hacia una mejor patria...









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otras creencias en
TAROT DE MáXIMO
fuente: artículo de Alain Feuvrier, jesuita y especialista en el islam,
publicado en La Croix en español en español  (es.la-croix.com)
& Judaísmo, Cristianismo e Islam: Una tradición común, publicado en
ahmadiyya-islam.org





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