Bautizado como Felipe de las Casas, el santo mexicano nació en Ciudad de México en el año 1572, en el hogar conformado por Antonio y Antonia, inmigrantes españoles, quienes hicieron todo lo posible por educarlo en la fe cristiana y católica.
Pero era un chico tan inquieto y travieso que su niñera decía, refiriéndose a un árbol de la casa:
- El día que Felipillo llegue a ser santo la higuera seca reverdecerá! -.
Sin embargo, incluso siendo muy joven fue que entró al noviciado de los franciscanos, aunque lo abandonó al poco tiempo.
Años después su padre lo envió a Manila (Filipinas), donde disfrutó de todas las 'cosas del mundo', hasta que se hartó y regresó con los franciscanos de esa ciudad.
En el año 1596 se le dio la grata noticia de que podría ordenarse sacerdote, por lo que debía viajar a México, puesto que no había obispo allá en Filipinas.
Entonces Felipe se embarcó con otros frailes hacia México, pero una enorme y furiosa tormenta desvió el barco en el que viajaba hacia Japón, donde, con otros misioneros, sufrió la persecución que por entonces en contra de los cristianos se llevaba a cabo allí, y que lo terminó conduciendo al martirio, crucificado y mortificado hasta morir atravesado por tres lanzas, en la ciudad de Nagasaki.
Dicen que ese mismo día la higuera reverdeció...
ORACIÓN:
Bienaventurado mártir,
milagroso san Felipe de Jesús,
Patrono Celestial de México y de las Américas,
Gloria Cristiana del lejano Oriente,
y valioso intercesor para todo el que te invoca,
ruega por nosotros!
Alentado por mi fe sincera,
acudo a ti lleno de confianza.
Santo Mártir de los Milagros,
acompáñame ante la presencia de Cristo,
nuestro Mediador supremo,
por quien diste generosamente tu vida en la cruz.
Dile que me conceda su bendición y protección,
que me socorra con su auxilio en esta tribulación.
Protégeme Señor de esta tempestad
(huracán, tornado, terremoto, etc.)
Pide también a Cristo y a María, su Madre,
que aumenten mi fe, aviven mi esperanza,
e intensifiquen en mi corazón el amor a Dios trino,
y a todos mis hermanos y hermanas, sin distinción.
Jesucristo Salvador del mundo
y María Santísima estén con nosotros.
Finalmente, mártir dichoso,
ayúdame a conseguir
que después de haber vivido
y muerto por Cristo, como tú,
merezca obtener también el laurel de la
victoria, y el premio de la felicidad eterna,
reservados a los fieles hijos de Dios.
Ofréceme más fervor en la oración
y una entrega más entusiasta a la
propagación del Reino del Padre en el mundo.
Santo Dios.
Santo Fuerte.
Santo Inmortal.
Ten Misericordia de mí y de nosotros!
Amén
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TAROT DE MáXIMO