No es algo poco frecuente que en algunas iglesias y catedrales católicas encontremos figuras muy singulares, y que esta singularidad se convierta a su vez en leyenda.
Es el caso de una de las gárgolas de la Catedral de Santa María de Girona (Cataluña, España), cuya parte trasera muy pronto los seguidores - me incluyo - de la popular serie Juego de Tronos, podrán disfrutar también como escenario de las andanzas de una de sus principales protagonistas (Arya Stark) ya que se encuentran filmando allí en este mismo momento.
Las gárgolas son una especie de canales de piedra caracterizados, que escupen por sus bocas el agua de la lluvia - recogida en las azoteas y tejados - enviándola directamente a la calle.
A menudo representan personas, animales apocalípticos o seres fantásticos.
Pero a pesar de ser bastante numerosas, en esta catedral no reproducen figuras humanas.
Excepto por la que aparece al lado de la torre de Carlomagno, saliendo directamente de la pared:
Una mujer de piedra, con larga vestimenta, la cabeza cubierta con una toca y un rollo de papel y pergaminos en las manos, abriendo perpetuamente su boca.
Dicha particularidad - la de ser la única figura humana entre todas las gárgolas - es justamente la que le habría otorgado un carácter misterioso que, con el tiempo, ha generado una de las leyendas más conocidas de Girona:
La bruja de la catedral.
Según esta, hace muchos años (supuestamente durante la Edad Media), había en la ciudad una mujer que realizaba hechizos y otros encantamientos de magia negra, y - para demostrar su odio a todo lo que fuera religioso - solía lanzar insultos y piedras sobre la catedral, o contra todos aquellos que participaran de una procesión.
Un buen día, durante la procesión del Corpus, mientras la bruja apedreaba el paso, se oyó una voz misteriosa que decía:
- Piedras tiras, piedras tirarás, y de piedra te quedarás -.
Y en ese mismo instante la mujer se convirtió en gárgola de piedra, quedando enganchada y empotrada en una de los contrafuertes del claustro, para que de su boca no salieran palabrotas o maldiciones, sino únicamente purísima agua de la lluvia, y siempre mirando hacia el suelo, para que nunca más fuese capaz de mirar al cielo...
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