La antigua diosa griega Deméter (Ceres para los romanos) es la protectora de las cosechas y la fertilidad de los campos, la responsable del nacimiento y la regeneración de las plantas.
Junto a su hija Perséfone, fue una de las divinidades más antiguas e importantes de toda Grecia, recibiendo culto en numerosas localidades, de las cuales la más destacada fue sin dudas la ateniense de Eleusis, sede de los misterios eleusinos.
Estos eran una conmemoración del aprendizaje de la agricultura por parte de los griegos, y su paso de un estado de pueblos nómadas, recolectores y cazadores, a la civilización plena.
Dado el carácter secreto que tenían, no es mucho lo que sabemos con seguridad acerca de ellos.
Pero sí que lo que constituía su corazón era la relación de la diosa con su amada Perséfone, hija también de Zeus, y consorte de Hades (Plutón para los romanos, dios del inframundo), quien la secuestró y se la llevó con él.
Para entonces, la vida natural se paralizó mientras la deprimida Deméter buscaba a su hija perdida, pasando a florecer en primavera, cuando la vuelve a encontrar, gracias al permiso que le da su consorte de salir cada seis meses.
Pero antes de hallarla, Deméter habría intentado transformar al vástago del rey de Eleusis en un dios, en agradecimiento al monarca por ofrecerle manutención, al tropezarse con ella transformada en una desconsolada anciana.
Pero no tuvo éxito, dado que parte del proceso implicaba hacerle pasar al niño sobre unos carbones al rojo vivo, algo que enloqueció a su madre cuando lo vio.
Por eso, aunque frustrada al darse cuenta de que los humanos nunca entenderían ese ritual, optó por obsequiarles los secretos conocimientos de la agricultura, que les permitiría progresar a través de la dispensación de ciertas atenciones a la tierra.
O sea que, aunque a nivel interior la imagen de Deméter - relacionada con la del arcano La Emperatriz del Tarot - refleje a la madre interior, ello no refiere solamente el proceso físico de la gestación, ni al parto y la lactancia de la pequeña criatura.
Es también la vivencia íntima de la Gran Madre: la del reconocimiento del ser como parte de la naturaleza, y como tal el descubrimiento de su propio cuerpo - y el de sus congéneres - como algo valioso que merece no sólo cuidados, sino también la apreciación de - a través de sus sentidos - los placeres sencillos de la experiencia mundana.
Así pues, cuando una mujer - u hombre - siente su llamado, no sólo se planteará tener hijos, ni únicamente se comenzará a fijar en los bebés y en las mujeres embarazadas.
Porque este arquetipo le motivará a nutrir a todos, a ser generosa, y a dar y a encontrar satisfacción como cuidadora y proveedora de los demás en cualquier ámbito.
Aunque eso sí, cuando aplique su cuidado a un hijo suyo en concreto - o a otro niño -, siempre se esmerará por ser la más paciente y perseverante, todo en pos del beneficio de este.
Y claro que, con el fin de protegerle, también puede volverse muy controladora, y hasta a sentirse exageradamente culpable de cualquier cosa que le pase.
Por ello a menudo los hijos de una madre Deméter permanecen siempre cerca de ella, incluso ya habiéndose casado, pues esta sabrá muy bien lo qué debe de hacer para reforzar el sentido de dependencia de aquel...
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mitología asociada en
TAROT DE MáXIMO
imagen: Ceres mit zwei Putten
(Jeremias van Winghe)