Es algo habitual que los lugares que habitamos se carguen de energías que quedan estancadas, sobre todo si provienen de personas u objetos con falta de armonía.
Estos ambientes se detectan porque producen tristeza, angustia, malestar, y hasta irritabilidad en quienes permanecen mucho tiempo allí.
Sal y agua son dos excelentes limpiadores energéticos, presentes en la naturaleza y usados históricamente en ceremonias religiosas, y ritos esotéricos, para purificar personas y ambientes.
Es que, disuelta en agua, la sal común conduce la electricidad (por eso el mar atrae a los rayos durante las tormentas eléctricas).
Así que son la pareja ideal para absorber la mala onda de un lugar o persona, y dejar el campo energético puro y liviano.
Para aprovechar su poder simplemente coloca 1/4 kilo de sal fina en un litro de agua mineral (o agua del grifo pero reposada toda la noche en una botella).
Luego salpica con esa mezcla los pisos del lugar que creas afectado.
También puedes empapar un trapo blanco a fin de limpiar marcos de ventanas, puertas y zócalos.
Y para librarte de cargas residuales del día - y descansar sin tensiones - antes de irte a dormir llena una palangana con agua tibia, agrega un poco de esa mezcla (agitándola bien antes) y remoja los pies un buen rato en ella.
Mientras realizas la descarga te conviene ir diciendo:
Fuera demonios,
disueltos queden en este instante,
ningún discípulo del maligno
permanezca vivo en mí
o este lugar!
Amén
Amén
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TAROT DE MáXIMO