Los titanes eran una raza de poderosas y antiguas divinidades que gobernaron durante la legendaria edad de oro, precediendo a los doce dioses olímpicos, quienes, guiados por Zeus, terminaron derrocándolas en la titanomaquia (‘guerra de los titanes’).
La mayoría de ellas fueron entonces encarceladas en el Tártaro, la región más profunda del inframundo.
Pero Prometeo fue una de las no condenadas a ello.
Hijo de Jápeto y la oceánide Clímene, era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia.
No tenía miedo alguno a los dioses, y no dejaba de ridiculizar a Zeus por su poca perspicacia.
Y según la mitología griega fue él quien creó al hombre.
Cuando por orden de Zeus empezó junto a su hermano a formar criaturas para poblar la Tierra, Epimeteo prefirió la cantidad e hizo muchas más, dotándolas con los dones que el rey de los dioses les había asignado para tal fin (piel, garras, alas y aletas, entre otros).
Mientras aquel hacía eso, Prometeo trabajaba cuidadosamente en un ser terrestre que fuese al menos semejante a los celestiales: El humano.
Pero así tardó tanto en acabar su obra maestra que, cuando estaba a punto de hacerlo, su hermano había usado ya todos los dones que Zeus les diera.
Después de que este no estuviese de acuerdo con seguir ayudando a su creación, el titán sintió tanta pena de ella - viéndola tiritar en las frías noches de invierno -, que decidió robar el fuego de los dioses para calentarla.
Así trepó el monte Olimpo y lo robó del ígneo carro de Helios (o Apolo, el dios sol), llevándoselo prendido en el tallo de un hinojo, que arde lentamente y resulta muy apropiado para tal fin.
De esta forma la humanidad pudo abrigarse.
Pero en aquel mismo momento, para vengarse de él por no reconocer su autoridad, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora.
Le infundió vida y se la envió, junto a una caja que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad.
Pero Prometeo sospechó y no quiso tener nada que ver con ella, por lo que terminó junto a Epimeteo, con quien se casó a pesar de las advertencias de su hermano (Pandora terminaría abriendo la caja!).
El rey del Olimpo se enfureció aún más al ver como se había evitado su desquite, e hizo que llevaran al temerario titán al monte Cáucaso (norte de Turquía), donde fue encadenado - ya fuese con los brazos abiertos formando una cruz, o simplemente suspendido boca abajo, como el duodécimo Arcano Mayor del Tarot, llamado El Colgado - por Hefesto, con la ayuda de Bía y Cratos.
Allí Zeus envió un enorme águila (hija de los monstruos Tifón y Equidna) para que le comiera el hígado.
Pero siendo inmortal, su hígado volvía a crecerle cada día, y el águila regresaba a despedazarlo por las noches.
El desgarrador castigo habría de durar 30.000 años, pero llegando a los 30 el semidiós Heracles (o Hércules) pasó por el lugar de su cautiverio - de camino al jardín de las Hespérides - y compadeciéndose le rescató, matando de un flechazo al águila.
Tal liberación henchió de mayor gloria al enérgico héroe, que era hijo de Zeus, por lo que así a este dejó de importarle que Prometeo evitase de nuevo su castigo.
De esa manera el altruista y benefactor titán terminó siendo invitado a volver al Olimpo, aunque eso sí, debía llevar para siempre con él - y como recordación de las consecuencias de su desobediencia -, la misma roca a la que por amor a los hombres había sido tan despiadadamente amarrado hasta entonces...
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mitología asociada en
TAROT DE MáXIMO
imagen: The Hanged Man
(El Colgado) por Arthur Duarte