- Recostada sobre el suavísimo, luminoso e irisado nácar de una espléndida concha marina que le sirvió como nave, lecho y cuna, y soplada por el dulce Céfiro (el viento húmedo del Oeste), llegó a la costa donde fue recibida por las Horas (diosas de las estaciones), que maravilladas y absortas por tanta belleza, la hicieron avanzar chorreando aún de agua salada, que no quería acabar de caer, por no abandonar aquel cuerpo tan perfecto.
Envuelta en el resplandor incomparable de su belleza, y adornada mejor que con las más ricas galas con su virginal y noble desnudez, las Horas solo pusieron un collar en su cuello y una corona de flores sobre su cabeza, la condujeron al palacio de los dioses del Olimpo, y todos ellos quedaron maravillados de su extraordinaria belleza y encanto. Con una leve sonrisa en sus labios, todos los inmortales fueron conquistados -.
Así narra el antiguo poeta griego Hesíodo la llegada de Afrodita a la tierra firme, luego de haber nacido en el mar.
Cuenta el mismo mito que la diosa Gea - la madre Tierra - que era la mujer del dios del Cielo estrellado, el dios Urano, un día decidió que ya estaba harta de tanto engendrar hijos, entonces solicitó la ayuda de su hijo mayor Cronos (Saturno) para que le cortara los testículos a su padre mientras este dormía, y así perdiera su capacidad de fecundar.
Cronos, usando una pequeña hoz que su madre había hecho, y aprovechando una noche de sueño profundo, se acercó ocultamente a su padre y le cortó la bolsa testicular.
Los desechos de esta castración infame cayeron desde el cielo a la superficie del mar, y al entrar en contacto con la espuma marina produjeron una reacción divina, y de la mezcla espumosa marina y del poder creativo del cielo, nació Afrodita, esta diosa de deslumbrante de belleza.
En la fábula griega, Afrodita no tiene madre, y es totalmente independiente, pues tampoco tiene hermanos, sino sólo marido y amantes.
Y quizá por eso ella es también la divinidad del amor en sus aspectos más puros y a la vez más degradantes.
Total encanto y armonía, sin embargo podía llegar a ser muy celosa y vengativa.
Como dice Liz Greene (Mythic Tarot): difundía su alegría de vivir por toda la naturaleza, pero era también la temible divinidad que llenaba los corazones humanos con el frenesí de la pasión.
Y es que sus 'víctimas', aquellas que escogía para imbuirlas de sentimientos, terminaban siendo siempre desgraciadas, capaces de por amor traicionar a sus propios padres, abandonar sus hogares, dejarse dominar por impulsos bestiales - incluso incestuosos -, pero no obstante, era ella la que al mismo tiempo protegía las uniones legítimas y la santidad del matrimonio.
Así, por una parte representaba - y aún lo hace, tal como las cartas del palo de Copas del Tarot - ese tipo de energía bruta, la oleada de deseo primitivo, el impulso hacia la unión que todo lo precede, y sin que nada existe, porque si no lo poseemos el otro no aparecerá.
Pero por otra el que a la vez deberá ser muy cuidado y muy controlado, con tal que no se termine perdiendo todo lo bueno y exquisito que - al fin de cuentas - desde su propia fuente ha surgido...
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TAROT DE MáXIMO