Como tema iconográfico, el símbolo del ancla (o 'áncora') fue usado ya por los artistas que habitaban desde hace mucho en las zonas que circundan al Mar Mediterráneo, representando a la navegación marítima.
De igual forma, y por el hecho de mantener una embarcación fija en el mar, también se constituyó en alegoría de la esperanza y de la salvación.
Así pasó a considerarse un símbolo universal de firmeza, solidez, tranquilidad y fidelidad.
En medio de la movilidad del mar y de los elementos, ella es lo que fija, ata, inmoviliza o asegura.
Y sin duda por ello fue a su vez para el cristianismo el emblema del propio Cristo, aquel que evita el 'naufragio espiritual'.
Entre poetas místicos, son el áncora y la cruz unidas (cruz-ancla) la expresión máxima de la voluntad de no abandonarse a los remolinos de la sensibilidad humana, fijando la voluntad a la cruz de Cristo, como fuente de toda gracia.
Asimismo, ya en las antiguas civilizaciones griega y romana el ancla simbolizaba el conflicto entre la tierra y el agua, entre lo sólido (estable) y lo líquido (movible).
Por ello se la encuentra en algunas monedas de esa época, donde aparece también como atributo de Neptuno o Annona.
O sea que en todo caso se halla aludiendo a la parte del ser humano que permite guardar una lucidez calma ante la oleada de las sensaciones y sentimientos, pero hay que tener en cuenta que - siguiendo el orden de analogías - puede incluso ser una barrera o retardo.
Eso es lo que significa cuando, ligada a la imagen de un delfín (símbolo de inteligencia y velocidad), aparece como ilustración de la divisa del emperador César Augusto, junto a su lema Festina lente ('Apresúrate lentamente'), que más tarde también acuñaron por su parte Tito y Domiciano.
Pero cuando es al diseño de un pez que se une, volvemos al significado cristiano, ya que se trata de un tema usado para referir a la pasión de Jesús, otra forma de representarle crucificado...
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elementos de poder en
TAROT DE MáXIMO