Estas ruinas son un sitio histórico de Frogmore, Carolina del Sur, en la isla de Santa Elena.
La isla estaba deshabitada cuando fue descubierta por los portugueses en 1502.
Aunque no por estar entre las más aisladas del mundo dejó de ser durante siglos la parada más importante de los buques que navegaban a Europa desde Asia y África del Sur.
Los británicos la utilizaron incluso como lugar de exilio, sobre todo para Napoleón Bonaparte, Dinuzulu kaCetshwayo (rey de la nación Zulu) y más de 5.000 prisioneros Boer.
Y es que Santa Elena es la segunda colonia (ahora llamada 'territorio de ultramar') más antigua que queda en Gran Bretaña, después de las Bermudas.
Pero volviendo a los restos de esa parroquia anglicana construida en 1740 por los hacendados esclavistas del lugar - plantadores de arroz y algodón -, parece que su finalidad era server como capilla de facilidad para los feligreses que tenían dificultades para viajar a la iglesia principal, en Beaufort.
Sin embargo, fue prácticamente abandonada en 1861, después de que los plantadores huyeran de la isla, y antes de que no sólo el Ejército Federal anti esclavista norteamericano la invadiera, sino también que un incendio forestal hiciera lo suyo con su estructura, en 1868.
Hoy en día, sólo algo de la capa exterior de la misma permanece.
Desde entonces varias leyendas espeluznantes la rodean.
Los visitantes han escuchado oraciones e himnos que emanan de allí, mientras que a la vez han asegurado haber oído voces incorpóreas llamándoles desde los bosques cercanos.
Algunos incluso juran tener vista a una mujer vestida de blanco, que pasea por los alrededores, con un niño en brazos.
No obstante, la historia más famosa concierne al destrozado cementerio de la parroquia.
Dos miembros de la prominente familia Fripp de la isla (Edgar y Eliza), fueron enterrados en el mausoleo del mismo, allá por el 1860, pero sus restos fueron perturbados cuando soldados yankees (de la colonia, contrarios a los federalistas norteamericanos) entraron en él durante la misma Guerra Civil, con la esperanza de encontrar algún tesoro.
La leyenda cuenta que, con el tiempo, un equipo de trabajo volvió a sellar la cripta, pero al día siguiente - cuando los trabajadores volvieron al lugar - todos los ladrillos había sido retirado de la entrada, y se apilaban al lado en una fila muy ordenada.
Convencidos de los fantasmas eran los culpables, los trabajadores huyeron del lugar, y el mausoleo permanece abierto hasta nuestros días.
Cualquiera que ande por la isla puede acercarse hasa allí, y sentir la presencia de las intangibles energías que, todavía hoy, poco dispuestas se encuentran a abandonar el lugar por el que tanto lucharon, cargado de magia y de misterio...
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